ADORACIÓN EUCARÍSTICA

Adoración eucarística

Un Encuentro con Cristo en el
Santísimo Sacramento

Alma de Cristo


Alma de Cristo,
santifícame.
Cuerpo de Cristo,
sálvame.
Sangre de Cristo,
embriágame.
Agua del costado de Cristo,
lávame.
Pasión de Cristo,
confórtame.
¡Oh, buen Jesús!,
óyeme.
Dentro de tus llagas,
escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.


Del maligno enemigo,
defiéndeme.
En la hora de mi muerte,
llámame.
Y mándame ir a Ti,
Para que con tus santos te alabe,
Por los siglos de los siglos. Amén.

La Adoración Eucarística se ofrece en

De Sales Hall

Lunes – Viernes

9:30 am – 9:00 pm


La Adoración Eucarística ofrece un encuentro profundo con Jesucristo, presente en el Santísimo Sacramento. A través de la reflexión silenciosa, profundizamos nuestra relación con Cristo, contemplando Su sacrificio y presencia. Esta tradición, fundamentada en la Misa, se extiende al Rito de Exposición y Bendición, donde los fieles adoran la Eucaristía y reciben sus bendiciones. La Adoración Eucarística sostiene tanto la fe individual como la de la comunidad, nutriendo la misión de santidad y unidad de la Iglesia.


Durante las Horas Santas, se invita a los católicos a orar por intenciones específicas como la paz, las vocaciones y la vida, abriendo sus corazones a la gracia transformadora de la Eucaristía.


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El Misterio y la Presencia transformadora de la Eucaristía

El Papa Juan Pablo II, en su encíclica Ecclesia de Eucharistia, describe la Eucaristía como la “fuente y cumbre de la vida cristiana”, una realidad que trae el sacrificio de Cristo a cada época, incluida la nuestra. Nos recuerda que cada celebración de la Eucaristía es una re-presentación del sacrificio eterno de Cristo, proporcionando lo que San Ignacio de Antioquía llama la “medicina de la inmortalidad” para quienes participan. A través de la Adoración, los creyentes profundizan su relación con Cristo, quien no solo los recibe, sino que habita en ellos, uniendo y edificando la Iglesia.

(Ecclesia de Eucharistia, 2003).

En Mysterium Fidei, el Papa Pablo VI destaca el misterio de la Presencia Real, afirmando que la Eucaristía no es meramente simbólica, sino un encuentro profundo con Cristo mismo. Esta presencia es tan significativa que la Iglesia mantiene un lenguaje y gestos específicos para preservar la reverencia, indicando su verdad inmutable a través de culturas y tiempos. La Adoración invita a los fieles a la contemplación silenciosa de este misterio, participando en la comunión inquebrantable establecida por Cristo

(Mysterium Fidei, 1965)​

El Papa León XIII en Mirae Caritatis también anima la Adoración como respuesta al profundo amor que Jesús muestra en la Eucaristía. Destaca la Eucaristía como el signo supremo de caridad, no solo como medio de adoración, sino como expresión del amor divino destinado a transformar la vida diaria de los fieles.

(Mirae Caritatis, 1902)

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